A mediados del siglo XVI en Teruel, con motivo de una reforma efectuada en la capilla de San Cosme y San Damián de la Iglesia de San Pedro, se descubrió que dos cuerpos momificados descansaban en la capilla, y a su lado se encontró un documento que relataba el cómo y por qué se encontraban esos dos cuerpos en la capilla, así como las circunstancias de su fallecimiento.
Según cuenta la leyenda, durante el siglo XIII en la ciudad de Teruel existieron dos jóvenes amantes llamados Isabel de Segura y Juan Diego de Marcilla, cuyo amor mutuo les acompañó desde la niñez. Llegados a una edad madura, Juand Diego se decidió a pedir matrimonio a Isabel, pero la mala relación entre sus familias ponía en serio peligro el futuro común de ambos. El padre de la novia impuso como condición que, en un plazo de 5 años, el pretendiente debería enriquecerse si quería reclamar la mano de Isabel, perteneciente a una familia adinerada que no veía con buenos ojos el enlace con alguien «sin renta ni beneficios».
Así que el valiente Juan Diego decidió marchar a las cruzadas en busca de fortuna, con la intención de regresar algún día a reclamar la mano de Isabel. Pero quiso el infortunio que, durante la ausencia de Juan Diego, el padre de la muchacha le buscase un marido más adecuado a sus planes, y lo consiguió, consiguiendo un matrimonio concertado con el Señor de Albaracín. La boda vino a celebrarse en el año 1217, justo en el mismo día en que Juan Diego regresaba del combate por la Tierra Santa.
La noticia cayó como una lápida sobre el joven, que logró ver a su amada una última vez y le pidió un último beso, a lo que Isabel se negó debido a su compromiso. Fue tal el impacto que esta reacción causó al muchacho que, en un instante, cayó al suelo sin vida.
Durante la celebración del funeral de Juan Diego, Isabel se sintió tan desolada y culpable por el fallecimiento de su antiguo amante que decidió darle el último beso que éste le había pedido, pero cuando los labios de ambos se tocaron de nuevo, ella también cayó fulminada. La familia de Isabel, confundida y dolida por este hecho, decidieron que ambos serían enterrados juntos, inseparables en el descanso eterno. Y sería el juez Domingo Celada quien daría testimonio de esta historia, escribiendo el documento hallado en la sepultura de los llamados «Amantes de Teruel», dando lugar a una de las leyendas españolas más célebres de todos los tiempos.
Foto vía: espanaeterna
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